Amante del lugar que le enseña está vida color burdeos, siente la necesidad de permanecer en San Vicente de la Sonsierra, lugar que le ve crecer, por eso, con la paciencia que caracteriza a lo cocinado a fuego lento, recorren las pedanías en innumerables e infinitos paseos a los pies del Toloño con la esperanza de dar con algo que los llene de entusiasmo, con algo que represente sin palabras lo que Edu tiene dentro.
Encuentran en Peciña, municipio perteneciente a San Vicente de la Sonsierra, una aldea que representa la esencia de lo que quiere. Como si de un viaje a un cuento antiguo se tratase, Peciña no cuenta con apenas un habitante censado, sus escasas calles guardan la esencia de aquel tiempo pasado con lagares y lavaderos rehabilitados y pocas, pero preciosas casas de piedra restaurada que por un momento le hace sentir una profunda paz.
Encuentra además el nexo perfecto a ese origen que lo impulsa, ya que su abuelo materno fue durante muchos años apodado “el peciñero”, no está claro si él elige al lugar, o el lugar lo elige a él.